No será posible construir un proyecto ampliamente compartido si no logramos un acuerdo básico respecto de la realidad sobre la cual actuar”.
Una de las causas de la crisis que está viviendo nuestro país, es la ausencia de un diagnóstico compartido sobre la realidad. Todos entendemos que los chilenos están esperando políticas realistas que mejoren las pensiones, los empleos, el sistema de salud público y privado, la calidad de la educación, el transporte —haciendo posible conciliar mejor el trabajo con la vida familiar—, la seguridad, el medio ambiente, ciudades y barrios más amables que contribuyan a fortalecer el tejido social, oportunidades para emprender.
El problema es cómo enfrentar estas legítimas aspiraciones y las presiones sociales que derivan de ellas sin respuestas fáciles, populismos y amenazas a nuestra democracia representativa. ¿Cómo enfrentar con serenidad las nuevas demandas que surgen precisamente de los avances que el país ha tenido? Se trata, sin duda, de una agenda muy desafiante que no será posible abordar adecuadamente sin un esfuerzo colectivo que integre a todos los sectores.
Para ello es preciso, en primer lugar, intentar tener una mirada común sobre la realidad. Ello significa superar el debate ideológico que reduce los problemas a “el modelo”. Las visiones polares que hoy tenemos están en la base de nuestros desacuerdos. En simple: un sector valora los avances y la forma en que el país lo hizo en las últimas décadas, otro los rechaza. Coexisten visiones sobre la realidad, distorsionadas por la ideología, cargadas de negativismo y poco rigor empírico que pretenden cambiarlo todo —la retroexcavadora—, con otras que, desde la vereda del frente y desde un pesimismo exacerbado, defienden el orden existente y temen a cualquier reforma. Ambas nos llevan a un camino sin salida.
La mayoría del país no está en ninguna de esas trincheras, no le gustan las soluciones rupturistas, ni están por el inmovilismo. Un ejemplo significativo es la metáfora de la casa, de la encuesta Paréntesis-Subjetiva de 2015. Si Chile fuera una casa, el 24% la derribaría para construir una nueva; mientras el 73%, la arreglaría donde tiene problemas, o la ampliaría.
No será posible construir un proyecto ampliamente compartido si no logramos un acuerdo básico respecto de la realidad sobre la cual actuar. La política consiste en un diálogo entre lo que queremos y la realidad, no es un acto voluntarista de sueños y deseos. Sabemos a dónde nos llevó el “seamos realistas, pidamos lo imposible”. No se trata de que la realidad mande, pero prescindir de ella es sólo un espejismo; un ejercicio intelectual voluntarista cercano al populismo del cual conocemos sus consecuencias. Esto significa mejores diagnósticos y menos consignas y prejuicios. Significa también, reducir el abismo que se está produciendo entre el aporte técnico y la política responsable, con la exacerbación de las expectativas de ciudadanía.
FUENTE: Diario La Segunda, edición impresa 02 – 08 – 2016 ; Ver acá