Guillermo Le Fort Varela Profesor Titular FEN UChile
Cansa ver a animadores y opinólogos pidiendo cuarentenas generalizadas por el Covid-19 y defendiendo falsas dicotomías entre salud y economía. Algunos, rayanos en el fariseísmo, acusan a quienes osan plantear una visión más ponderada de estar “dispuestos a pagar en vidas la reactivación de la economía”.
El grave problema que enfrentamos no se soluciona con medidas efectistas. Además, la economía y la salud están estrechamente unidas, como defendió un editorial reciente de este mismo medio, y como lo muestra la relación histórica entre la mejora en los indicadores de salud de los distintos países y el incremento en su producto y niveles de vida.
Las soluciones de esquina distan mucho de ser óptimas. El encierro generalizado y prolongado destruiría la economía y al terminar éste, el virus volvería a aparecer. En el extremo opuesto, ignorar el virus a la “AMLO-Bolsonaro” tiene un costo directo en vidas altísimo y también un impacto nefasto sobre la economía. El colapso del sistema hospitalario generaría un caos al menos por el tiempo que demora el contagio desordenado de ¾ partes de la población.
Las experiencias más exitosas enseñan la importancia de testear ampliamente, rastrear y aislar a los portadores del contagio. Para esto se necesitan recursos, información y una política flexible y dinámica de cuarentenas focalizadas. Debemos confiar en las autoridades sanitarias, así como en el juicio de los expertos que las asesoran y que proponen soluciones en el ámbito de lo conocido y en la medida de lo posible, manteniendo el pulso vital de la economía y avanzando hacia una nueva normalidad.
Las experiencias más exitosas enseñan la importancia de testear ampliamente, rastrear y aislar a los portadores del contagio. Para esto se necesitan recursos, información y una política flexible y dinámica de cuarentenas focalizadas. Debemos confiar en las autoridades sanitarias, así como en el juicio de los expertos que las asesoran y que proponen soluciones en el ámbito de lo conocido y en la medida de lo posible, manteniendo el pulso vital de la economía y avanzando hacia una nueva normalidad.
Lo que ya ha comprometido el Estado en ayudas para dos o tres meses eleva el déficit fiscal a 8% del PIB para este año, suponiendo una caída del producto moderada, -2%, o menos de la mitad de lo que proyecta para Chile el FMI (-4,5%), lo que es financiable. Pero si las medidas debieran ampliarse a seis meses o más, y si la caída del PIB se ampliara incluso por encima de los pronosticado por el FMI, entonces nos encontraríamos con déficits enormes y una muy severa restricción de recursos. Ésta a la larga pondría en riesgo no sólo la continuidad de las medidas para enfrentar el virus, sino que todos los programas sociales en su actual condición.
La salud y la economía no son independientes entre sí; si prescindimos de una, tampoco tendremos a la otra.
FUENTE: Diario Financiero