“Cualquier reforma implica decisiones que tienen alternativas, no siempre fáciles de decidir”.
Leía un artículo en el diario “El País” que daba cuenta de la diferencia entre pacto y el término inglés compromise. Sostenía que este último —verbo y sustantivo— no tenía traducción al español. La más cercana es la palabra pactar o pacto. Pero pactar significa acordar algo y obligarse a cumplirlo.
Compromise, en cambio, es un acuerdo entre las partes al cual se llega haciendo concesiones. Envuelve una actitud más abierta, flexible y pragmática. El editorialista, John Carlin, sostiene que tal vez por la existencia de este concepto más amplio del mundo anglosajón la democracia ha funcionado mejor en el Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Canadá que en España, México o Argentina.
Aunque no menciona a Chile, vale esta reflexión para la política chilena. A quienes hemos hecho legítimas críticas y aportes a las reformas impulsadas por el Gobierno, en los hechos se nos acusa de estar fuera del “pacto”. “Ellos no pertenecen a la Nueva Mayoría”, son de derecha, neoliberales, “están abandonando el barco”.
Cualquier observación crítica o el interés de aportar en la implementación de las reformas, recogiendo la complejidad de cada una de ellas, son considerados una deslealtad o una actitud “sediciosa”. O estás con las reformas, o estás contra ellas. Se ha instalado nuevamente en la política chilena una tendencia simplista, que mira las cosas en blanco o negro, como si la vida no fuera llena de colores y matices.
Digo nuevamente, porque la dureza del quiebre de nuestra democracia nos llevó a aprender la necesidad de superar esa actitud sectaria que fue uno de los errores del pasado. Hoy se ha complejizado aun más la sociedad. De allí que la mirada estrecha incapaz de convivir con esa complejidad sea un problema serio.
Cualquier reforma implica decisiones que tienen alternativas, no siempre fáciles de decidir. El problema es cuando hay una parte —que puede ser mayoría, y como tal puede ser circunstancial— que decide imponer su visión. Sólo está dispuesta a maniobrar dentro del “pacto”, en este caso representado por el programa, aunque éste sea un enunciado entusiasta de buenos propósitos y pudiera admitir, al menos, discusiones en torno a cómo se llevarán a cabo.
Un 50 por ciento de los chilenos cree que el país está estancado y, por primera vez desde 1990, un 20% cree que está decayendo (encuesta Cerc-Mori, diciembre de 2015). Un 70% de los chilenos manifiesta desacuerdo con el Gobierno.
La mayoría de los chilenos, que demandaba reformas tributaria, laboral y en educación, no apoya los cambios realizados. ¿No será hora de dejar las trincheras y buscar compromise, más allá del “pacto” de la Nueva Mayoría? Cuesta entender la ceguera de quienes pretenden seguir impulsando los cambios a como dé lugar. No sea que por este voluntarismo, la coalición de Gobierno termine entregando el poder a la derecha.
Fuente: LaSegunda.com